Con lujosa pedrería,
ataviadas van de gala;
De muy fina filigrana,
coronas de orfebrería.
Y dícese que un buen día
alzaron al cielo sus cantos,
en la noche de los santos
y volvieron a la vida.
Volvieron pues los caídos,
al lloro de sus doncellas,
¡qué será sino de ellas
si sus llantos son baldíos!
Y sonriendo como críos,
alzáronse de sus losas
y entre muchas otras cosas,
sonaron ciento un crujidos.
De sus huesos los chasquidos,
el vacío de su alma,
Permaneció todo en calma
sin casi apenas sonidos.
Que fueron reyes vencidos,
lo olvidaron muy temprano,
y las doncellas, en vano,
se envolvieron en gemidos.
Pues no era lo que esperaban,
las tan hermosas mujeres,
que guardaban sus enseres
por si tal vez regresaban.
No era lo que deseaban,
las pobres viudas doradas,
que secaron las espadas,
y que ahora solo observaban.
Y así los acometidos,
murmuran rezos escuetos,
bailan pues los esqueletos,
y parecen divertidos.
Y a la vida están asidos,
y han hecho del cementerio,
un lugar de gran misterio,
y sobre la muerte, sus nidos.
(MoniqueAllanPoe)
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